"BARNABITAS ESPAÑA"


CARTA QUINTA

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26 de mayo de 1537)

 

Advertencia:

Desde el cálido ambiente familiar de su Cremona, escribe a l nueva familia de las HH. Angélicas que hace poco se han instalado en el reciente estrenado Convento de San Pablo en Milán.

  La carta vibra en entusiasmo y es todo un canto a la alegría.

FlorEstamos en vísperas de la primera Misión realizada por la familia Zaccariana en Vicenzia (Veneto). Han sido solicitados por el obispo de la ciudad, el Cardenal Niccoló Ridolfi, que ya conocía las paulinos y su carisma.

Antonio María cuenta con la buena voluntad y la entrega de sus “hijas amadísimas”; pero es también consciente de que se trata de una obra no fácil: la Reforma. Hacen falta personas preparadas y competentes. Se puede reformar a los demás, si antes uno se ha reformado a si mismo. “Evangelizados para evangelizar”.

Se puede anunciar la “viveza del espíritu”, sólo si antes se ha logrado llegar al punto de poder decir con el Apóstol: “seguid mi ejemplo como yo sigo el de Cristo”. (1 Cor.)

Sigue una extensa enumeración de temas para profundizar, para adquirir virtudes y para desarraigar defectos y debilidades.

En esta inesperada invitación del cardenal N. Ridolfi, Antonio María ve la mano de Dios y un signo de que el señor bendice a su segunda familia religiosa: las HH. Angélicas.

 

            Destinatarios:

 

             A mis santas Hijas en Cristo, las Hnas. Angélicas: la Madre Superiora (Bautista Negri de Sesto), la Madre Vicaria, la Sra. Condesa de Guastalla, la Angélica Paula Antonia (Negri) y todas las demás Hijas mías en Cristo y del Apóstol Pablo, que moran en el Monasterio de San Pablo, en Milán.

 

IC. XC. +

 

            Dulcísimas y queridas entrañas mías, mi único apoyo y consuelo, lo que me conforta y alivia es el pensamiento en mi pronto regreso, en los nobles y generosos espíritus de mis amables hijas, corona y gloria mía, de la que un día provocará la envidia de aquel divino Pablo, en esto y en otras cosas.

 

            Es decir:

-         Las mías no son menos amantes y deseosas de padecer por Cristo

            como las suyas.                              

-         Las mías no buscan otra cosa que llevar al prójimo hacia el vivo

            Espíritu y verdadero despreciado Cristo Crucificado, como las suyas;

-   más aún, las mías -no sólo una sino todas-, desterrando su prestigio propio y satisfacción interior (que la mayor parte de las suyas tanto quería) serían Apóstoles, para quitar no sólo la idolatría y otras graves defectos del Espíritu, sino también para extirpar esta nociva y mayor enemiga de Cristo crucificado, que tan extendida está en los tiempos modernos: la tibieza.

 

            Queridas hijas, desplegad vuestras banderas, que pronto el crucifijo os enviará a anunciar por doquier la viveza espiritual y el Espíritu vivo. Gracias infinitas te doy Señor por tan generosa descendencia que me has concedido.

 

            Mientras tanto, queridas entrañas mías, os ruego que os esforcéis en hacerme feliz, de tal modo que cuando llegue os encuentre ya perfeccionadas compitiendo la una con la otra. La que descubra que ha adquirido tal firmeza y perseverancia en los ejercicios espirituales que nunca más sienta la inestabilidad espiritual; es decir, ahora fervor ahora decaimiento, sino un fervor estable, santo, que siempre surja del agua viva, y tenga nuevo vigor.

 

            La que haya recibido gran fe, que toda acción difícil le parezca facilísima, sepa con seguridad que su confianza no podrá ser engañada por ninguna presunción o vanagloria.

 

            La que busque la perfección en los trabajos exteriores, aunque sean pequeños, ocúpese de todos por igual, con perfección, no dejándose cansar o abatir por la bajeza de estos.

 

            La que se haya olvidado totalmente de si misma, no mirando sino al prójimo, posponiendo el propio interés, crea que le es de más ganancia el no confiar en si misma, sino buscar el bien de los demás, manteniendo la discreción y prudencia continua en su trabajo.

 

            La que haya superado su melancolía ilógica. Quien la escrupulosidad de conciencia. Quien el temor de no progresar. Quien el desaliento de la renuncia a si misma. Quien la tozudez. Quien la distracción.  Quien una cosa quien otra.

 

            De tal manera que descubráis de verdad que vosotras habéis recibido al maestro de la justicia, de la santidad, de la perfección, digo al Espíritu Consolador. El cual no permitirá que os equivoquéis, enseñándoos todo; no os dejará desfallecer estando siempre con vosotras, no os dejará sentir necesidad, dándoos todas las cosas, y sobre todo, dándoos una tranquilidad espiritual (sobre la ignominiosa cruz) en vosotras mismas, y una vida conforme a la de Cristo, a imitación de los grandes santos, de modo que podáis decir como decía vuestro padre: “Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo”(1Cor 4,16;11,1).

 

             Recordad sólo esto: que tanto el uno como el otro, nuestro bienaventurado Padre (San Pablo) y el Padre Fray Bautista nos han mostrado tal noble y gran amor hacia el crucifijo y hacía las penas y desprecio de nosotros mismos y hacia el bien y perfección del prójimo, que si no tuviésemos un infinito deseo de estas cosas, no seríamos considerados sus hijos e hijas sino bastardos y mulas. Y estoy seguro que no queréis serlo, sobre todo por vuestro corazón generoso de amor a Cristo, y por contentarme a mi, vuestro querido Padre, que siempre piensa en vosotras y os quiero, esperando el deseado momento de volver a vosotras.

 

               Os encomiendo a Cristo Crucificado a través de vuestros santos protectores que no cesen de manifestar su protección constante sobre vosotras y por mis oraciones, su fiel ministro, os ofrezco a El en todo momento, rogándoos que también vosotras, les digáis que alegren mi espíritu para vuestro provecho y el mío.

 

            Así lo haga Cristo, que el os bendiga a todas con la bendición cristiana, consumada y perfecta en El. Amen.

 

            Os saludan mi madre, Cornelia y Battista y especialmente Isabel y Judit. Os bendiga Jesucristo.

 

            Cremona, 26 de Mayo de 1537.

           

            P.D.- Recuerdos a mi pequeña Julia.

 

            Os recuerdo que correspondáis a los santos y fervientes esfuerzos de vuestra y mi venerada Paula, (Torelli) y alegréis a nuestro Padre común, Padre General (Giacomo Antonio Moriglia).

 

                Vuestro Padre en Cristo.

            Mejor dicho vuestro Espíritu en Cristo.

 

                               

                                                       ANTONIO MARIA  ZACCARIA

                                        Sacerdote               

     



























                   
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